14 de octubre de 2009

Justicia plástica

Rara vez una noticia me sorprende como me sorprendió aquel día, aún más porque es tan superflua e inocua pero no me dejó de inspirar un cierto grado de reflexión. Alejandra Guzmán estaba hospitalizada a consecuencia de una mala operación estética. Mi primera impresión fue la sorpresa de que le hubiera pasado a alguien con cierta fama y dinero, como ella, que vive de su imagen. Mi segunda impresión fue ‘¿se les hace raro?'’.

Conozco varios casos de negligencia médica que han derivado en el deterioro de la salud del paciente, al grado de matarlos o causarles algún daño irreversible. Casos que pasan diariamente, uno tras otro y sin cesar. Pero, ahora, los medios se paralizaron por tratarse de una estrella musical del país.

Tenemos que ser realistas y muy sinceros. Al hojear el periódico, más de una vez hemos visto publicados esta clase de relatos y lo único que a nuestras insensibles mentes se les ocurre pensar es “¡qué mala suerte!” Así es, se lo achacamos al infortunio de las personas que pusieron sus vidas en las manos de algún cirujano. Rara vez se reacciona en contra del doctor causante de la desgracia médica pues sabemos que se escudará en el argumento: “Se hizo todo lo que se pudo.” Y reciben un telegrama del mundo real, ‘Todo lo que puedes es insuficiente.’

Ahora bien, la Procuraduría General de Justicia del DF inició una investigación con la cual determinó detener a la propietaria de la clínica de cirugías plásticas en la que Alejandra Guzmán resultó lastimada. ¿Argumento? La clínica es irregular. Los doctores son “doctores” y los distribuidores pertenecen, con toda seguridad, al mercado negro. Esto pone en evidencia la máxima que no es desconocida para todos: le tiene que pasar a una celebridad para que las autoridades tome cartas en el asunto de manera enérgica; salvarán a otra celebridad y, de paso, a muchos ciudadanos que pudieran considerar atenderse en dicha clínica.

Lo triste es que no era la primera vez que se denunciaba a esta misma clínica por irregularidades y negligencias médicas. ¿Cuántos más habrán sido afectados? ¿Hubo gente que murió dentro de esta clínica? Con el tiempo se irán descubriendo las respuestas a estos cuestionamientos.

Pero que esto nos haga pensar más allá del caso de Alejandra Guzmán, que nos haga pensar hasta dónde las autoridades juegan a ‘hacerse de la vista gorda’ con los ciudadanos. Antes de Fernando Martí, ¿cuándo habían ocupado los secuestros parte de la agenda de un Presidente? Antes de Silvia Vargas, ¿cuándo hubo tanta difusión sobre la desaparición de una jovencita? ¿Cuándo había tenido que armar un Presidente un teatro tan grande para acallar a la ciudadanía? Nunca. Le tuvo que pasar a alguien de renombre, a alguien que tuviera más dinero que los demás secuestrados para que las autoridades iniciaran verdaderos operativos contra este tipo de delitos o para que se iniciaran comisiones especiales para atender estos casos específicamente. ¿Qué hay de los demás? ¿Qué hay del hijo de Juan Pérez que nunca regresó después de clases? Silencio, es todo lo que ellos nos pueden decir.

Pero no nos dejemos sorprender. Es parte de la condición humana y sucede igual aquí que en Alemania, Estados Unidos o Rusia. Le prestamos atención cuando le sucede a alguien realmente notorio para las masas.

1 comentarios:

Dairam Domínguez Ortiz dijo...

El Estado escucha la voz cuando ésta lleva monedas de fondo. Me da la impresión de que el ciudadano común y medianamente acomodado (ya no hablemos del jodido) está a merced de la delincuencia organizada, desde los órganos policíacos, hasta los narcotraficantes y secuestradores. La mala noticia es que sólo le quitan a los que no tienen mucho, por eso no pueden hablar de más o les cortan el cuello. Hay que ser rico para que pase alguno de estos escenarios: o no te secuestren a nadie porque tienes comprado el "asunto", o si te lo secuestran puedas darle una buena lana al medio de comunicación-emporio en turno y salgas bien librado, con un historial de "detenciones" a favor del caso. Es bastante terrible que nos permitamos seguir en estas condiciones. Es responsabilidad de los que sí tenemos para comer, de los que sufrimos un secuestro y nos callamos. Tenemos que organizarnos y empezar a actuar... o esperar los dedos de nuestros familiares por haber cometido el pecado de comprar un automóvil de agencia.

En el caso particular de mi progenitora, un carcinero, el supuesto Doctor Martínez en Cd. Cuauhtémoc, Chih., tuvo a bien destrozar los conductos biliares de ella, y hacerse de la vista gorda, igual que las autoridades, así como la misma institución. O le salvábamos la vida, o demandabamos al ISSSTE. No tiene uno para donde hacerse, o pagas o te matan, o te aguantas o apareces en el periódico como la estadística del nuevo ejecutado.