3 de octubre de 2009

Adecuación Económica

Durante años, he escuchado en el ir y venir de los inquilinos en la Casa Presidencial propuestas para aumentar el gasto público como una medida para hacer crecer la economía nacional y atenuar las diferencias de las clases sociales. Se presume que aumentar el gasto público debería de mejorar la calidad de los servicios del Estado y generar más empleos para los ciudadanos. ¿Quién señaló esta línea de acción como la correcta y la única que cualquier gobernante mexicano puede tomar para hacer prosperar a la nación, estado o municipio bajo su cargo?

Hace 40 años, durante el mandato de Echeverría, suscitó una de las crisis económicas mundiales más significativas; las crisis subsecuentes fueron denominadas “la peor de la historia” pero la de 1971 es, sin lugar a dudas, la que más repercusiones ha traído desde aquel entonces.

Desde 1933, bajo orden directa del Presidente, todos los americanos tuvieron que entregar cualquier tipo de moneda basada en oro a la Reserva Federal para que este metal dejara de respaldar al dólar. Es decir, el gobierno les quitó monedas de oro, lingotes de oro e, inclusive, certificados de oro; la Tesorería los despojó de cualquier soporte económico para sobrevivir. Con el tiempo, los billetes americanos que solían tener la leyenda “convertible en oro”; pero un billete actual tiene una leyenda en letras pequeñas que dice: “Esta nota es de curso legal para todas las deudas, públicas y privadas.” La moneda americana está sustentada sólo por la cantidad de billetes que hay en circulación. No es de asombrarse viniendo de un país en el que sus ciudadanos pagan un impuesto que no está sustentado por su Constitución ni alguna otra ley.

¿Qué significó para el mundo el abandono a la convertibilidad al oro? Que la oferta monetaria se hizo elástica permitiendo que las tendencias económicas se basaran en los planes de quienes controlaban la inflación, la Reserva Federal Bancaria de EUA. Cuando el precio del petróleo crecía, crecía el mercado del dólar para financiar los déficits petroleros. Así es como el crecimiento económico mexicano bajó del 6% a un “modesto” 3.7% en la administración echeverrista, la solución llegó con fórmulas mágicas de los tecnócratas mexicanos seguros de su plan reactivador de economías.

El gasto público creció… y también creció el déficit. Contrario a lo que ellos planearon para asegurar la creación de los empleos necesarios e incrementar el índice de crecimiento. Tal fue la creencia de que continuar con el nuevo paradigma iba a sacar al país delante que el secretario de Hacienda fue destituido por negarse a implementar tales políticas. Sin embargo, el gasto público alguien lo tiene que cubrir y, al no tener los efectos deseados de inmediato, los impuestos subieron para adecuar las finanzas públicas.

Cuarenta años desde entonces, y ahora Calderón llega con el mismo cuento. Ahora bien, ¿cuál de los siguientes programas abolió la pobreza extrema?

  1. Programa de Inversiones Públicas para el Desarrollo Rural
  2. Programa Nacional de Solidaridad Social del IMSS
  3. Sistema Alimentario Mexicano
  4. Programa Nacional de Orientación Familiar
  5. Oportunidades
  6. Alianza para la Producción
  7. Comisión para el Desarrollo de Pueblos Indígenas

¿Se nota un patrón? Todos son fideicomisos patrocinados por los recursos públicos pero ninguno ha cumplido su objetivo. Así, el gasto público sigue creciendo y el crecimiento económico sigue siendo pobre año con año desde que los pobres son excusa para “adecuar las finanzas públicas.”

La única pregunta que nos podemos hacer es: ¿cuánto más? ¿Cuánto más falta para que la clase política mexicana se dé cuenta de que estas crisis se combaten con una economía exitosa, un sistema de salud que cubra al país y educación de alta calidad, inversión pública y privada nacional o extranjera, más empleos y cohesión social? ¿Cuántas generaciones más de políticos faltan para que se pongan en práctica estos factores de crecimiento? Mientras tanto, veremos como el estratega financiero de Calderón echa mano del recurso de las AFORES de los mexicanos trabajadores por negarse a darle ese “tan necesitado” 2 por ciento de impuesto.


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