16 de enero de 2010

Brújula

Madre, ellos me han roto…

Para algunos es sencillo eso de andar por la vida seguros de lo que sienten y de lo que quieren; para otros, es un constante viaje de confusión en el que, con toda probabilidad, toparan con muchos obstáculos antes de llegar a puerto seguro. Dicen que cada obstáculo lo hace a uno más fuerte pues si el acero sólo se puede forjar con yunque y martillo, ¿de qué otra forma podemos formarnos una temple de acero?

No quiero tu ayuda pero este puño apretujado por años no puede detenerse ni sentir…

Durante el viaje, lo más difícil es poder seguir sin perder la brújula. Nunca sabremos en qué parte de este camino podríamos salirnos de la ruta, perder dirección.

No debemos equivocarnos. Este viaje no se trata de lanzarse ciegamente con rumbo indefinido en búsqueda del ser perfecto que pueda enseñarnos a vivir de manera óptima porque, siendo así, valdría la pena preguntarnos si podemos escucharnos llorando a lo lejos. No habrá pared tras la cual esconderse de las pesadillas y los gritos desgarradores si nos perdemos por no ubicar nuestra brújula a tiempo.

Disculpa mientras atiendo a mis sentimientos.

Así que, caminemos. Despacio, constante y sin miedo. Con brújula en mano. Con esperanza en el cuello. Caminemos hacia el frente. Caminemos a nuestro futuro. Caminemos juntos con la frente en alto y orgullosos de ser quienes somos, aún cuando no seamos quienes queremos ser. Caminemos… o nunca llegaremos.


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