6 de marzo de 2010

La noche que parecía día

Hacía mucho que no escribía en el editor de Blogger. El Windows Live Writer es muy bonito, sí; pero no vine a garigolear mis palabras ni a poner imágenes alusivas. Vine a platicar con cautela. Y digo cautela porque no pretendo revelar ciertos datos, hay cosas que quien lee las entenderá.

Esta noche escuché una voz que guardaba silencio; un silencio que interpreté desde el principio pero con cortesía le pregunto qué pasa. La voz enmudeció por buen rato; pasó a convertirse en un impulso en mi cerebro. Un impulso que me hizo recordar, que me hizo abrir los ojos y darme cuenta que, efectivamente, el mundo está lleno de ciegos. No voy a decir exactamente por qué, pues no me atrevo a profanar sus palabras.

El hombre está lleno de impulsos que provienen de su cabeza; desgraciadamente, de la glande y no del encéfalo. Recordé que no he amado en la vida hasta hace poco más de 300 días porque ese impulso primitivo consumía mi capacidad de evolucionar un sentimiento que iba más allá de copular. 'El cuerpo está de más', le oí susurrarme en algún momento de la jornada; y es cierto, pues su presencia física tan sólo engrandece lo que sin verla se siente. Lo amplifica, vaya.

No amé a Berenice, a María, a Anery, a nadie; era sólo un intenso deseo puberto por copular y regar una semilla amarga que, seguramente, sólo dejaría permanencia en un momento de carnalidad vana. Nunca concreté nada con ellas, pues las hubiera hecho mamar más de la amarga leche que la sociedad primitiva nos da a los ciudadanos. Lo lamento pero es cierto... somos primitivos porque trabajamos en función de un instinto, no de un ideal.

Pero, ¿cuál ideal? El amor sincero y puro. No el 'amor' que trata de copular con la hembra seleccionada para 'mejorar la especie'. No el 'amor' que enaltece el espíritu del macho que domina a las mujeres con su virilidad. No el 'amor' de la mujer que copula para que un hombre supla sus necesidades económicas. Hablo del ideal de amar libremente, el amor libre.

¿Cuántos aman porque quieren que los amen? Si ése es el caso, empiezas mal. Habría que amar porque regalarle amor a alguien debe ser alguien especial y porque la decisión así haya sido tomada. Habría que amar de la misma manera que uno le regala un dulce a un niño; no porque el niño nos vaya a regalar un dulce de vuelta, sino porque el amor brindado puede hacerle el día a alguien y a nosotros llenarnos espiritualmente. No, no quiero sonar como Jesús al hablar del espíritu pero quizás si al hablar de amor.

En este punto, cabe hacer la pregunta: ¿Has amado a alguien sin deseos de copular? No diré que soy su próximo guía espiritual ni que yo los llevaré a un nuevo grado de evolución social, sentimental o humana; sólo hago esa pregunta.

Hoy es un buen momento para entender y crecer; quizás así logremos erguirnos un poco más de nuestra forma aún simiesca. Y, si es posible, contribuir un poco más al sentimiento depurándole el egoísmo. Estaré en proceso de depurarlo a partir de este momento, justo ahora... cuando se me fundieron las neuronas.

El amor no debe ser una moneda que compre a alguien, no debe ser una cadena que ate a alguien; debe ser un flujo de energía positiva que alimente el cuerpo, el alma y la mente de esa persona que decidimos amar. El amor debe ser cortés e imprudente; cortés para aliviar al amado e imprudente para amar cuando se necesita.

Sería risorio decir que te amo esta noche, sería verdadero decir que te amo los más de 437760 minutos de manera excepcional y que la cifra seguirá creciendo. Te acompaño en este viaje que sólo es de ida, le llamamos vida, pero el sentimiento trascenderá.

CONTINUARÁ... porque aún no he terminado de crecer.

0 comentarios: