15 de febrero de 2010

Medias culpas

Se entiende el reclamo de las madres por lo que dijo el Presidente del pleito de pandillas. Y tienen razón, el Presidente se equivocó al precipitarse. Pero estoy en absoluto desacuerdo en que le reclamen por los muertos. Como si él, o Gómez Mont, o el Ejército, o las fuerzas de seguridad hubieran matado a sus muchachos. Pueden haber fallado en garantizar la seguridad, pero los asesinos son los asesinos, los que mataron a estos muchachos. Ellos son contra quienes hay que voltear. No hay una condena moral sistemática contra los asesinos. Hay incluso una cierta consagración, en los corridos, de lo que hace esta gente. Pero no una condena pública contra éstos, que son los responsables de la sangre y de las ejecuciones y de los decapitados. ¡El gobierno no mató a esos muchachos, los mataron esos hijos de puta! ¡Esos son los hijos de puta! ¡Volteémonos contra ellos! Y reclamémosle al Estado ser tan ineficaz con la seguridad que está obligado a dar. Pero los hijos de puta, son los hijos de puta.

- Héctor Aguilar Carmín, en entrevista con Ciro Gómez Leyva

Todos tienen alguna culpa. Sería mentirnos como sociedad, pueblo o nación; sería no admitir las consecuencias de nuestras decisiones pasadas. Todos tenemos alguna culpa, y lo he dicho en varias ocasiones.

Los señores Aguilar Carmín y Gómez Leyva se sintieron, hasta cierto punto, ofendidos por la forma en que los juarenses trataron al Secretario de Gobernación en su reciente visita a la ciudad mártir. El argumento es muy válido y cierto. No podemos indultar al crimen organizado de las muertes que día a día se presentan. ¡Vaya! Han buscado el mérito por ellas, lo mínimo es dárselos. Creo muy injusto que decidamos cargarle el peso de las muertes en los últimos años únicamente a la figura del Estado.

En efecto, el reclamo a las autoridades es por su ineficacia en la aplicación de justicia en el país y por no implementar un cuerpo policíaco verdaderamente capaz de contener al narco. Podemos, con toda justicia, desgarrar nuestras gargantas señalando la visible corrupción en el gabinete presidencial. Podemos usar toda nuestra fuerza como pueblo para presionar al Estado. Pero tampoco es justo presionar a sólo uno de los beligerantes, pues el peso de la muerte de los chicos de Juárez, de todas los muertos en la República, es compartido.

Con gran precisión, Aguilar Carmín ha señalado a los otros culpables libres del juicio ciudadano: los narcotraficantes. Y muy ciertamente, como sociedad, hemos solapado a este sector de la población por mucho tiempo. Le llamo ‘sector de la población’ pues su conducta, sus modos y costumbres se relacionan con una singular concepción de vida y muerte como centro de una subcultura que es denominada “narcocultura”.

Y las costumbres de la narcocultura se han pasado a gente que ni siquiera trabaja en alguna asociación delictiva; especialmente a los varones entre 15 y 18 años. Eso es debido a que esta subcultura exalta  ideas y costumbres machistas así como la hombría y la lealtad. Además, lo imperdonable es la traición. La mayoría de las ejecuciones que vemos diariamente son personas consideradas traidoras por los narcotraficantes.

La narcocultura se ha vuelto más y más tangible con el paso del tiempo gracias a su máxima expresión musical: los narcocorridos. Estas canciones hablan de las hazañas, los amores, las complicidades y las traiciones de los principales narcotraficantes del México actual. Estas composiciones los elevan al grado de “leyendas” o ejemplos a seguir.

Los seguidores de “san” Jesús Malverde hicieron uso de la impunidad que podían comprar gracias a las cantidades de dinero ganadas por sus negocios. Con el tiempo, ya no es necesario comprar esa impunidad pues han preferido armarse fuertemente y emprender una campaña de terror para imponerse al resto de la sociedad. ¿Será esta la razón por la que no podemos voltearnos contra ellos y gritarles ‘asesinos’?

Hector Aguilar Carmín, empresario, novelista e historiador, ha exclamado un punto muy importante en la crisis de gobernabilidad que se le viene al Presidente Calderón. Si bien el responsable de que los narcotraficantes estén arraigados de una manera tan profunda en la cultura mexicana hoy en día que, por su corrupción, les fue otorgado; el Estado no es enteramente el responsable de los ejecutados. El crimen organizado fue quien accionó el gatillo, volteémonos a ver a los culpables y dejemos de señalar medias culpas.

3 comentarios:

. dijo...

medias culpas??, si la culpa es solo de calderon!, ahora que nos explique porque los considero idiotas e inutiles, y porque creyo que con esa guerra legitimaria su poder!

NegaCross dijo...

En parte ambos tienen razon, La culpa de esta guerra es en realidad entre la Clase Politica (todos y cada uno) y el Narco. Unos tratan de legitimar su posición de una forma inutil y otros tratan de imponerse.

Para el momento esta ya es una Guerra de Sangre, donde solo se trata de provocar el mayor derramamiento de sangre enemiga.

Rogelio Delfín Chávez dijo...

¡OJO! No estoy tratando de justificar (o, inclusive, legitimar) la guerra contra el narco. Lo que cité en este artículo me parece una perspectiva muy válida sobre los culpables del derroche de sangre.

¿Medias culpas? Sí, medias culpas otorgamos como sociedad. El Estado es culpable de iniciar una guerra en la que no puede garantizar la seguridad pública ni poder alcanzar sus metas. El crimen organizado es culpable de las ejecuciones aleatorias, secuestros, amenazas y el miedo que se vive en las ciudades del norte del país.

La violencia en el país recrudeció a causa de una mala estrategia por parte del Estado, es cierto y jamás lo libraré de esa culpa. ¡Ni por chiste lo intentaré! Pero no debemos librar al narco de la responsabilidad por la muerte que nos deja.

Insisto, TODOS tenemos algo de culpa.