Hablar de cambios, de replanteamiento de estrategias y nuevas actitudes en la cruzada contra el crimen organizado y, después, presentarse haciendo exactamente lo contrario… tal incongruencia solo puede ser digna del mandatario michoacano de nuestra Nación. Así fue como se presentó un Calderón que acumula una larga cola de equivocaciones gracias a su ineptitud política y los malos manejos de un gabinete repleto de amigos y compadres igualmente incompetentes.
El día 10 de Febrero, Fernando Gómez Mont renuncia públicamente al Partido Acción Nacional aludiendo a “razones que me veo obligado a no revelar por discreción profesional.” En el orden más bajo de la lógica, nos damos cuenta que la carta de renuncia del encargado de la Secretaría de Gobernación iba con copia para Felipe Calderón. Era una demostración de los principios fundamentales de los panistas que se sintieron ofendidos al llevar a cabo la marrana boda entre ellos y el PRD; la bazofia electorera del poder por el poder que grita a los cuatro vientos que el único propósito de dicha alianza es sacar al PRI del gobierno y forzar una alternancia antidemocrática. Por lo menos ahora sé que GoMón conserva un poco de su dignidad panista al repudiar una alianza con aquellos que han puesto en evidencia la ilegitimidad del Presidente de la República a lo largo de 3 años. La ruptura de Nava (y Calderón, para propósitos prácticos) y GoMón evidencia al partido como uno incongruente y carente de raíces filosóficas; descorazonado y derrotado rumbo a julio de este año.
Todavía falta considerar si la renuncia al PAN del Secretario de Gobernación se debe al mencionado pacto realizado entre su Secretaría y el PRI, concretamente con Manlio Fabio Beltrones; pues al haberse concretado el primer engendro electoral del PAN-PRD en Oaxaca (Gabino Cué), el PAN rompió definitivamente el trato. SeGob lo cerró y el PAN lo deshizo, dos partes diferentes del mismo equipo.
Paralelamente, debemos de tomar en cuenta también la visita reciente de ambos pitufos gubernamentales (Fecal y Gomón) a Ciudad Juárez, Chihuahua. Pero su visita no hizo más que reconfirmar el agravio que los elementos de seguridad comenten contra una ciudadanía doliente; así fue como una violenta represión fue ejercida contra los manifestantes de Ciudad Juárez.
Las disculpas de Calderón salen sobrando pues están fuera de tiempo y de forma. Si iba a disculparse, lo debió hacer él y no su segundo al mando; en segunda, su discursos oficiales siempre han asegurado que todos los caídos en algún combate o alguna ejecución formaban parte de algún círculo de delincuencia organizada, ello lastimaba la perspectiva diaria de los chihuahuenses que han tenido que enterrar sangre inocente día a día.
Pero la disculpa lanzada no sólo va hacia madres como Luz María Dávila por perder a uno o más hijos durante la masacre de hace 15 días, sino a la Nación por la aplicación de una estrategia equivocada y que estaba enfocada únicamente a hacer uso de la fuerza del Estado con fines propagandísticos más que objetivos de seguridad nacional. No sorprende que lo haga aquí y ahora, pues es bien sabido que “ya ahogado el niño, a tapar el pozo”; antiquísima y reiterante filosofía en la política mexicana. Desde el inicio de esta campaña militar se le advirtió claramente la peligrosidad de iniciarla sin tener un conocimiento completo sobre el fenómeno del narcotráfico, su zona de influencia y una política integral que aliviara las raíces de este problema.
Pareciera que tres años de demandas ciudadanas, 110 niños muertos y 3700 jóvenes ahora huérfanos, empiezan a hacer ruido en los endebles cerebros azules de los pseudo estrategas federales. Aún así, el primer PANdillero del país se defiende lanzando discursos sobre estrategias frente a un público seleccionado pronto a aplaudir todo cuanto saliese de su bocaza, si es que algo decía en realidad. El plan le falló pues no hubo barricada que pudiera contener el crecido río social que se desbordó al tener frente a frente una madre anunciándole que no era bienvenido en Ciudad Juárez y que, con todo y la grosería cometida al no otorgarle un micrófono, hizo escuchar su voz ante el empequeñecido Calderón refugiado en la compañía de su esposa.
La contestación del Presidente fue la sabida. “Blah, blah, promesas… blah, blah, planes… blah, blah, teléfonos de ayuda.” En su pequeño ambiente semi controlado, Calderón le promete las perlas de la vírgen a los juarenses; mientras afuera, el cerco de seguridad desenfunda armas de fuego en contra de los ciudadanos, en contra de mujeres y jóvenes.
Felipe Calderón, sordo y terco como es, destruye la esperanza chihuahuense: el ejército se queda. ¿Qué importan las evidencias, las denuncias y las demandas interpuestas ante la CNDH? ¿Qué importa ser autoritario sin con eso consigue algún gramo de control social sobre sus gobernados? ¿Qué más da marranear las bases fundacionales del partido que representa? ¿Qué puede importar la muerte de gente inocente (quienes segurtamente algo tienen que ver con el narcotráfico) si “vamos ganando la guerra”? Sordo, terco y pelele.
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