5 de diciembre de 2009

La Guerra del Sexenio

Recién México cumplió tres años del gobierno de Felipe Calderón. Múltiples bromas al respecto fueron formuladas. “Noticia buena: ya pasaron tres años. Noticia mala: faltan tres años.”

Más no son las bromas lo que me interesan sino las propuestas del Presidente, las cuáles no se han cumplido. La apuesta del gobierno federal sigue siendo mantener la guerra contra el narco bajo la premisa de que la violencia vinculada a éste ha crecido en los últimos años. Sin embargo, es obvio que esta afirmación tiene una verdadera razón de fondo: la justificación de intensificar la fuerza de la “guerra”.

Lo que Felipe Calderón y sus estrategas no han querido reconocer es que cuando se menciona que esta “guerra” lleva una estrategia equivocada, se debe a que no se libra con armas y más muertos en las calles. Se necesitan cinco centímetros de frente para reconocer un hecho fundamental: la utopía de eliminar el mercado del narcotráfico es inalcanzable hoy por hoy, quizá es ya necesario aceptar que en el devenir social sea más importante el dinero de las tributaciones, que la salud colectiva y así reformular una estratagema apropiada. Es decir, si no puedes eliminar al narco a través de la violencia, busca una forma de lograr que se limiten sus acciones.

Para darnos cuenta de ello, habrá que tomar como ejemplo uno de los argumentos que excusan esta ola de muerte patrocinada por el Estado: el hecho de que se han tenido “logros”. ¿Sí?, aceptando sin conceder, logros pírricos, pues de ser puestos en balanzas, no equiparan el costo económico ni el costo humano que lógicamente conllevan a las pérdidas (cabe mencionar que a pesar de lo que los promocionales del federal aplauden, con respecto a su eficacia para detener delincuentes, más de la mitad de esos inculpados no llegan si quiera a un proceso completo, siguen en las calles y nadie toma foto de eso).

Vale la pena darse cuenta que México es uno de los países con menor índice de adicción a alguna droga comparándosele con otros países importantes. Estados Unidos reporta el 3% de su población como adicta contra 0.4% de México.

Además, vale la pena considerar que se pretendía disminuir la violencia que el narco generaba, pero de 1998 a 2006 los índices de violencia cayeron hasta un 50%. Si la tendencia era tal, ¿por qué llevar una guerra interminable a las calles? ¿Por qué el Estado le apuesta a jugar a las luchitas con Goliat, sin ninguna honda eficaz? Retomar este principio es recursivo si tomamos en cuenta que las condiciones antisociales que hoy vivimos son consecuencia natural de esta “lucha”, por la respuesta del crimen organizado que tiene miembros altamente capacitados, y fuertemente armados, contra la milicia que responde a ciegas. Por ende, esta estrategia sólo va para atrás.

Nos damos cuenta que entre los adolescentes el consumo ha tenido un menor crecimiento, y que no ha sido a través del narcomenudeo por el que esa droga ha llegado a ellos. La obtienen a través de amistades y familiares. Entonces, me permito recalcar lo que bien sabemos a estas alturas del partido: no necesitamos balas para erradicar el consumo de drogas del país, necesitamos, entre otras cosas, cultura de prevención.

Me viene a la mente que comparado con la publicidad para cigarros y alcohol, la publicidad antidrogas está muy por debajo en tiempo al aire. Ya no hablemos de las constantes y siempre criticadas formas de seducir al potencial cliente con base en la desvalorización social para amarrar el mercado. ¿Por qué las autoridades buscan desaparecer el enriquecimiento no legal del narco, y no atienden el enriquecimiento sigiloso de los emporios de drogas blandas? Quizá lo básico es negociar amablemente, darle dinero al fisco, para poder tener al pueblo hincado ante los remedios neoliberales para el consumo eficaz. Es esa publicidad la que debemos nivelar con la que permita inculcarle a la juventud televidente una cultura libre de drogas (y llenas de lectura y teatro). Respecto a lo cual, cabe mencionar que Estados Unidos, principales compradores de la droga mexicana y colombiana, tampoco han atendido efectivamente dicho problema.

La estrategia adecuada podría ser entonces, si lo ponemos en una línea: combatir la adicción, no un enfrentamiento armado.


Gracias por la edición, D.

1 comentarios:

Dairam Domínguez Ortiz dijo...

Estoy en desacuerdo contigo en algunos puntos. Me parece que es, a estas alturas, iluso el seguir pensando que el federal actúa en pro de la salud social y las retribuciones fiscales adecuadas. Me parece que ha quedado muy clarita la línea oficial, y el cambio de plaza; de hecho se ha visto desde el principio. Y partiendo de la base de que el gobierno no está interesado ni en la educación, ni en la salud, ni siquiera en la entrada de recursos a las arcas nacionales a partir de las ganancias de la venta de drogas duras, hace imposible el creer que vigilarían los medios de comunicación, todos oficialistas y golpeados con la fachada de imparcialidad que les dota la Ley Electoral.

Es urgente que los niños dejen de ver estos programas que les generan una evidente disfuncion mental y social. Cada día nuestros niños son mas idiotas con mucha información. Hoy los jóvenes saben de MSN y Facebook, pero no entienden de sistemas operativos; mucho menos de empatía o nobleza.

Como también es urgente cambiar el discurso visceral por soluciones tangibles. ¿Cómo educa usted a sus hijos? Me recuerda a una frase que un funcionario de la Capital, en Chihuahua mencionaba al aire en una entrevista: "No debemos pensar: qué mundo le dejaremos a nuestros hijos, sino: qué hijos le dejaremos al mundo".

Es obligación del Estado en su conjunto (gobienrno-pueblo) el educar a su gente. Los servidores públicos aólo sirven para cobrar al pequeño empresario que no tiene dinero para cerrarle la boca al agente. No dan para más.

Y tal como mencionas, es más el número de muertes que tengan que ver con el consumo de alcohol o cigarro, que por un buen churro de mota... insisto: les importa un cacahuate la salud social. Sólo tener "a su gente" cobrando por el mercado que no logran, aun, ganar del todo.