15 de noviembre de 2009

Congreso fallido

Al comenzar esta reflexión, lo hago pensando que no soy el único dándose cuenta que nuestra LXI Legislatura con sede en San Lázaro está arrojándonos todas las señales de un Congreso fallido; obviamente, un Congreso fallido para un Estado fallido. Cada decisión que ha tomado el Congreso ha resultado en polémicas discusiones que se extienden por días y hacia todos los medios de comunicación. Pero sería totalmente incorrecto dejarle el paquete de disfuncionalidad a esta Legislatura cuando venimos padeciendo de esta raquítica política parlamentaria desde 1997, lo cual resulta tan curioso que podría pasar hasta de fascinante como mientras más pluralizado se encuentra el Congreso resulta más disfuncional.

En ese año, el Revolucionario Institucional dejó de ser la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión y los curules comenzaron a teñirse de nuevos colores. De acuerdo con muchos intelectuales de la política mexicana, este importante hecho sería un parteaguas que abriría el paso a una nueva generación de políticos mexicanos en el cual los ciudadanos serían representados de manera cabal. Sigo esperando a los políticos que me prometieron.

La representación popular no ha mejorado, sino que ha ido empeorando respecto a la época en la que el PRI dominaba la mayoría absoluta; los intelectuales de la política se equivocaron. Y el factor principal, culpable de que esa fórmula operara en exactamente la dirección opuesta, es la insultante partidocracia que ahora nos aplasta a todos los mexicanos; el engendro político de décadas de una democracia mal manejada y titireteada. Encima del desasosiego que nos genera la actual situación social, el desempleo y la inseguridad en las calles haciendo presa de lo poco que nos quedaba de libertad, somos pisoteados por los intereses de los partidos políticos y sus líderes.

Pero, ¿qué mejor manera de demostrarlo que señalando los desatinos que se han venido dando?

Hace no mucho tiempo, pasamos por el infame episodio del nombramiento de un individuo llamado Arturo Chávez Chávez como nuevo titular de la Procuraduría General de la República. Se demostró de manera cabal que este sujeto (porque no me atrevo a llamarle ‘ciudadano’ ni ‘licenciado’) tiene los mismos conocimientos en materia del derecho penal que un estudiante de bachiller, pues es incapaz de conceptualizar de manera puntual lo más básico en dicha rama del derecho. Sobre ese aspecto, deseo que dicho individuo haya tenido a bien pagarle al Senador Pablo Gómez Álvarez por la cátedra de criminología que le dio durante su comparecencia el día 21 de Septiembre del 2009. Y a pesar de su incapacidad para fungir como funcionario público, ahora es el titular de la PGR.

Más recientemente, recordaremos el escándalo mediático que se dio por el proyecto de Ley de Ingresos para el 2010. Recordemos el infame IVA oculto del 2% que se convirtió en un aumento en 3% a las telecomunicaciones, en 1% al IVA y 2% al ISR; propuesta que los senadores filtraron para dejar el incremento del 1% al IVA. Por la velocidad a la que lo escribí se pudiera pensar que fue un proceso, si bien monitoreado por los medios, rápido y ágil en las Cámaras legislativas. Pues no. Fue todo lo contrario. Pasaron semanas y movilizaciones para que el Congreso pudiera aterrizar una decisión respecto al tema. Y a pesar de lo dañino que es para el pueblo, el incremento al IVA está.

Ahora, tuvimos la selección del nuevo presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Se la llevaron los ultraderechistas haciendo lo que el interés y el credo les dictó, acomodando a un titular con las mismas capacidades y conocimientos que el de la PGR. Esta nueva intervención del Congreso “les hizo relucir el cobre,” pues era notorio que el debate se dio en función de quién se quedaría con el dinero que absorbe la CNDH; serán los azules quienes tendrán aún más recursos para futuros spots. Y a pesar de lo turbio de esta designación, la CNDH tiene nuevo titular.

Uno tras otro, los desatinos del Congreso evidencian lo más purulento de la partidocracia que infecta a los órganos de gobierno fundamentales. La pluralidad no nos funciona porque nuestros políticos no representan a los ciudadanos ni a las ideologías políticas que los parieron, sino a los intereses de los dirigentes del partido. Una ciudadanía descobijada de la política nacional es la que sufre los síntomas del hartazgo social mientras la clase política se regocija en sus curules partidocráticos. Insisto, ¿dónde está esa nueva generación de políticos que surgirían del pluralismo? Los sigo esperando rodeado de la misma generación de políticos sin ética y minúsculos ante las necesidades del país.


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