5 de junio de 2010

La esperanza del cambio

Hace no mucho rato, leí en alguna parte que “Ser idiota es el perfil de todo candidato” y remataron con el comentario “No es el perfil, es el requisito.” En repetidas ocasiones, México ha sido gobernado por políticos cuyas capacidades intelectuales son cuestionables; por ello es que el tejido socioeconómico del país se ha venido disolviendo a una velocidad exponencial desde el inicio del calderonato. El pueblo, en definitiva, siente un repudio cada vez mayor por la política y sus actores; lo cual amenaza con agravarse en estas elecciones y demostrar que el abstencionismo irá consumiendo aún más votantes.

¿Qué necesita el país para recuperar su cauce democrático y recuperar la estabilidad económica que ha perdido? ¿Cómo lograremos revertir esta inmensa ola de inseguridad y decaimiento sociocultural? ¿Qué nos falta? En un artículo anterior, expuse ciertas similitudes entre el caso de Colombia y la historia moderna de nuestro país; pero sería injusto para dicha comparativa y aportaría a la extinción de la esperanza si no muestro el caso de Bogotá.

A principios de 1990, decir ‘Bogotá’ era sinónimo de ‘La peor ciudad del mundo’; era la capital de la decadencia urbana. El narcotráfico, la guerrilla, la pobreza, la violencia y la corrupción estaban a la orden del día; mientras, la fe del pueblo en sus líderes era nula.

Era 1994 y la gente veía a un hombre por las calles con su camisa blanca, pantalón negro y folletos en la mano corriendo para alcanzar el autobús que esperaba su abordaje. Eran tiempos de campaña electoral y ese hombre era Enrique Peñalosa, candidato a alcalde de Bogotá. Él creía en que las ciudades deberían ser construidas de manera que se rigieran meramente por la igualdad y la justicia social. Dada la situación de la ciudad, la imagen pública se había deteriorado de tal manera que los niños jugaban entre escombros; así pues, Peñalosa propuso mejorar la infraestructura de la ciudad. Sin embargo, a pesar de sus proyectos para rediseñar la urbanidad de la ciudad, él no fue quien cambió a la sociedad.

Antanas Mockus, rector de la Universidad Nacional de Colombia en aquellos tiempos, tenía que lidiar diariamente con hordas de rebeldes de las FARC y estudiantes anarquistas; lo hacía con métodos de resolución poco ortodoxos que conmocionarían al país entero.

Durante una presentación en el auditorio de la Universidad, Antanas fue abucheado fuertemente por sus estudiantes. La humillación es tal que le es imposible mantener una actitud impávida ante la situación y, por el sentimiento que aseguró podría ser similar al de una persona que se pone violenta, expresa su postura bajándose los pantalones para mostrarle el trasero a los estudiantes. Mockus fue forzado a renunciar del cargo.

Contra toda expectativa, fue a partir de este evento que Antanas fue visto como un símbolo de honestidad y su popularidad creció enormemente. Por alguna razón, la ciudadanía comenzó a visualizarlo como su alcalde e, inspirado por esto, decide competir por la alcaldía en los comicios de 1994 como candidato independiente. Los medios realizaron encuestas para descubrir si la gente realmente votaría por él, obtuvo el 100% de aprobación.

La campaña de Antanas fue llevada con recursos propios y el centro de operaciones era la casa de su madre, quien se oponía a que él se convirtiera en un político e insultaba a los periodistas. La forma anti-tradicional de hacer campaña de Peñalosa había sido opacada por Mockus. Para muchos, Antanas era un desquiciado que soñaba con ser alcalde y que, de ser elegido, no tendría la capacidad para administrar a la ciudad. Quizá lo decían por aquella vez que decidió vestirse de superhéroe para recoger basura de las calles de Bogotá.

El antiguo rector de la Universidad Nacional de Colombia asume el cargo de alcalde en enero de 1995 como el primer alcalde independiente en la historia del país; asume el control de un gobierno históricamente regido por el nepotismo, la corrupción y la partidocracia. Siendo así, escoge a las mentes más brillantes del país para armar su gabinete. Los académicos tomaron el poder.

En base a sus conocimientos filosóficos, decide realizar un experimento político con la sociedad para buscar la paridad entre cultura, ley y moral colombianas. De acuerdo con su visión, la gente tira basura en las calles porque es moralmente aceptado y actúa con violencia porque la sociedad no lo condena. El objetivo de Mockus era reeducar a la ciudadanía permitiendo que la ciudad se transformara a sí misma.

Las primeras medidas fueron completamente autoregulatorias y, posteriormente, se pasó a implementar el programa de mimos callejeros con la intención de que enseñaran a los ciudadanos las nuevas formas de convivir y obedecer las leyes. Sin embargo, nada de esto fue fácil pues, de nueva cuenta, parecían los experimentos de algún profesor de universidad desquiciado y no veían claro hacia dónde estaban dirigidos dichos experimentos. Sin embargo, en la conciencia de las personas inició una reprogramación; se marcó en conductores y peatones que días antes ignoraban el semáforo, comenzó a obedecerlo.

Antanas decidió desintegrar las redes de corrupción tejidas por toda la administración municipal; así es como decide destituir a 3200 oficiales de policía y tránsito, de los que reeduca a 400 como mimos. No se hacen esperar las reacciones negativas y el jefe de policía declaró que sus oficiales no eran corruptos urgiendo la necesidad de detener el programa de Mockus. La cultura de la corrupción estaba profundamente arraigada en la sociedad pero, a través de sus iniciativas, logró reducir este aspecto negativo del poder legislativo y el judicial.

A consecuencia de una trágica experiencia personal, Antanas decidió buscar la forma en que podría hacer que el índice de muertes en Bogotá se redujera. Empezó por obligar a las discotecas a cerrar una vez que el reloj marcara la 1 AM; fue la implementación de la Ley Zanahoria. Estas campañas simbólicas fueron seguidas por un gran esfuerzo educativo, mediático y sociocultural para reducir la violencia.

Como resultado, al final del trienio, la economía de Bogotá fue reconstruida, la corrupción cedió drásticamente, los impuestos son recolectados satisfactoriamente. Este conjunto de aspectos hizo posible que la inversión extranjera regresara a la ciudad. Antanas Mockus había cambiado el espíritu de los habitantes de la ciudad pero no lo hizo así con el aspecto de la ciudad.

En 1997, Enrique Peñalosa regresa a la escena política como candidato independiente a la alcaldía de Bogotá. Abandonó al partido liberal y se opone a él con propuestas significativas para los habitantes de la ciudad, quienes han cambiado y son más receptivos.

La base de sus propuestas fue la obra pública. Propuso crear equidad a través del diseño urbano; lo pretendió mediante la construcción de parques, andenes, vías para las bicicletas, un sistema de autobuses eficiente, colegios en buenas condiciones, bibliotecas y hospitales para el beneficio de toda la ciudadanía. La equidad en función de la infraestructura permitiría a los ciudadanos sentirse más felices al dejar de sentirse inferiores. Gana las elecciones y asume el cargo en enero de 1998.

Enrique venía con un plan bien definido que había trabajado por años. Había soñado con ser alcalde de Bogotá para traer justicia social y equidad a los ciudadanos. A diferencia de Antanas, arma su gabinete con algunos de los mejores ejecutivos del país para implementar su plan exhaustivo. El enfoque de un equipo así era tener gente con experiencia en hacer y capitalizar lo que tenían para alcanzar metas; era el trienio de hacer, no de pensar. Los ejecutivos tomaron el poder.

Cartucho fue el primer suburbio a remodelar. Aunque lograr dicha remodelación es un gran logro para la administración, el proceso de reubicación fue complicado. Este suburbio tenía más de 80 años siendo controlado por vándalos y criminales… estando a sólo unas cuadras del centro de Bogotá. Cartucho era una zona de constante peligro que la gente no se atrevía a cruzar.

Pero quizá lo más destacado del trienio de Peñalosa fue la expropiación del club campestre para convertirlo en un parque público de 100 hectáreas. La batalla social que significó la expropiación de dicho terreno significó quitarle a los colombianos más ricos y poderosos la exclusividad para dársela a todos los ciudadanos por igual. Para Enrique fue el elemento más crucial para crear una ciudad con dignidad humana.

El siguiente objetivo de la administración era fomentar el uso del transporte público. Una de las primeras medidas fue restringir un poco el uso de los carros, de manera similar al programa “Hoy no circula” en la Ciudad de México. Esto obligaba a ricos y pobres a usar el transporte público, lo cual sembraba el sentimiento de que se vivía en una sociedad más igualitaria. Con la idea de crear una ciudad equitativa, creó vías para bicicletas que demostraran que un ciudadanos en auto importaba tanto como un ciudadano viajando en bicicleta.

El siguiente paso fue TransMilenio. Un sistema de transporte público que conectara a toda la ciudad de manera tan eficiente como un metro subterráneo pero a un costo mucho menor. Para lograrlo, hizo de uso exclusivo para el transporte público algunas de las vías para carros. Sin embargo, este nuevo sistema de transporte público resultó en el descontento de los trabajadores del sistema tradicional y las protestas no se hicieron esperar.

Aunado con la desesperación generada por varias semanas de continua obra pública, los ciudadanos salen a la calle y se prestan a protestar de manera agresiva en Cartucho. Debido a que el alcalde nunca inició un diálogo con la ciudadanía, ésta se volcó contra el alcalde. La gente había votado por Peñalosa sin comprender sus propuestas y, aunque por ley un alcalde puede ser destituido por no cumplir sus promesas de campaña, él estaba cumpliéndolas a cabalidad.

Como resultado, al final del trienio, Peñalosa había logrado mejorar la apariencia de la ciudad. Escuelas de calidad y bibliotecas grandiosas pueden ser encontradas en los barrios más pobres de Bogotá. Los servicios primarios se hicieron llegar a las colonias más necesitadas.

En conclusión, la historia nos vuelve a mostrar que es posible lograr un cambiar la tendencia actual en México también. Lo único que se necesita son líderes carismáticos y con ideas capaces de impulsar a la ciudadanía entera a ese cambio que le urge al país. Aquí tienen su lección de historia, con todo y manual sobre cómo hacerlo; falta ponerlo en práctica.

2 comentarios:

. dijo...

la historia siempre se repetira, y con agravantes para aquel que de esta no aprenda o conozca, mexico jamas ha tenido ni siquiera la ilusion de la democracia, la politica nacional ha tenido solo etapas cruelmente remarcadas, como el nepotismo, el cacicazgo, y actualmente la dictadura, lo he venido diciendo en mi blog y lo seguire repitiendo, Mexico va a una velocidad vertiginosa a convertirse en una pais mas que retrogrado, sumido en la miseria y la pudredumbre, si no me crees, espera a que politicos como everardo llegen al curul indicado para ellos y no deseado por nosotros, y no solo everardo, todos los politicos y aspirantes a eso, todos estan cortados por la misma tijera, todos.

Rogelio Delfín Chávez dijo...

Cito a mi autora favorita:

"Aristóteles hablaba de la degeneración de las formas puras de gobierno. Recordemos que Estados Unidos Mexicanos se ha descrito como una forma de gobierno democrática, misma que según el filósofo antes mencionado, se corrompía por abuso de sus principios y se convertía en una demagogia irremediable. La partidocracia en México y el juego de estereotipos ideológicos han vertido, en las estructuras jurídicas, instituciones y normatividades que son objetos de serias críticas por falta de encuadre en la realidad social y necesidades de la misma, resultando en deterioros innecesarios en las arcas públicas."

Estamos siguiendo un modelo esperado. Así mismo, espero que podamos seguir el modelo que cité en esta columna.

Gracias por comentar.