20 de julio de 2010

México... hoy

Dios sabe que jamás fui bueno para el futbol. Claro, puedo patear el balón con buena potencia pero carezco del estilo o técnica necesarios para darle dirección al balón. Jugábamos entre coches, botes de basuras, jardines ajenos y usábamos piedras para delinear el ancho de la portería. En una de mis magistrales jugadas para robo de balón cerca de un descuidado Mustang 89, intenté patear el balón pero el viaje de mi pierna fue interrumpido por la punta de una pieza metálica soldada a la defensa de dicho auto a la altura de mi pantorrilla. ¿Resultado? Jugador lesionado con la pantorrilla abierta y con una hemorragia bastante fuerte. Al cabo de una hora de gritos y gazas ensangrentadas, la hemorragia se detuvo y un amigo me preguntó: “¿Te duele mucho?” Mi contestación fue por demás elocuente: “Si el dolor no me mata, me vuelve loco.” Años después, recordando este incidente y leyendo las noticias del México de hoy, caigo en cuenta del dolor que México hoy siente.

Cabe señalar que hay una diferencia descomunal. No es comparable ese dolor con el de los 10 mil huérfanos juarenses ni hemorragia con la sangre de los 24 mil 826 ejecutados que van en el sexenio calderonista. Además, mi herida fue en la pantorrilla pero a México lo hirieron entero. Desde las altas esferas partidocráticas demagogas hasta el ciudadano que ni por suerte se involucra en la política local; desde el empresario que solapa la adicción de sus hijos hasta el papá que le aplaude a su hijo por golpear a otro niño ante la menor provocación; desde el espurio presidencial obsesionado con su guerra sin estrategia hasta el papá que le enseña a sus hijos que los narcocorridos son “la ley.”

Lo que más duele a México es que ni duelen quienes lo pisan. La mayoría está aturdido o entumecido lejos de la realidad diaria, quizá aspirando a lograr “brincar el charco” y vivir bajo las normas del Imperio Estadounidense en una sociedad racista y excluyente. Cada vez se hace más difícil saber si los enemigos de México son extranjeros o los mexicanos mismos.

Cada día estamos más cerca del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana… pero más y más lejos de ser aquel México que hizo algo. Se han ido ya muchos pensadores valiosos para nuestra sociedad y han sido homenajeados sin miramientos. Miran sus ataúdes y se preguntan desesperanzadamente: “Ahora, ¿quién si no son ellos?” ¡Pues nosotros! ¡Los que nos quedamos! Así que dejen de encoger los hombros y trabajen de manera ardua, constante y diaria para forjar una mejor sociedad, un mejor ambiente y un mejor país.

Con frases sarcásticas y pesimismo ciudadano no se construyen los países fuertes. Insisto, volteen a ver a Bogotá hace 15 años y mírenlo ahora. Se los dejo de tarea.

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