3 de mayo de 2011

De Calderón, sus reformas y sus guerras

Convencido y con un fuerte manotazo a su atril, Calderón se una públicamente al “¡Ya Basta!”, pero muy a su manera. Aprovechando la contundente frase del movimiento ciudadano, Felipillo le grita “ya basta” a las autoridades corruptas que entorpecen su cruzada contra el malévolo crimen organizado; especialmente las que están en los niveles municipales y estatales. Es decir, visto desde otra perspectiva, el Presidente tuvo una epifanía mesiánica que lo llevó a declarar (de manera disimulada) que esta guerra ya hubiera sido ganada “si fuera él sólo” y que nadie más hace su trabajo; nadie más que él tiene los pantalones y ése amor por su Patria necesario para llevar esta guerra hasta las últimas consecuencias; nadie entiende, pues, que esta guerra DEBE seguir. Que él va a ser nuestro superhéroe y algún día lo recordaremos como el Caudillo del Bicentenario.

Quizá suene exagerada mi interpretación sobre las palabras del Presidente pero, tratando de ser muy realista, sólo con esa interpretación logro entender lo que piensa sobre su guerra contra el narcotráfico.

Con esas palabras, Calderón buscó redireccionar la protesta ciudadana lejos de sus intocables amigos del gabinete (y de él, obviamente) y hacia los narcotraficantes mismos. Sin embargo, resulta muy interesante observar cómo el tema de la guerra emociona y aviva las pasiones de Felipe. ¿Por qué? ¿Acaso no se da cuenta que el enajenamiento demostrado nos da señales de una clara obsesión patológica? Aún más peligroso que estar en manos de un borracho, es que estemos en manos de alguien con un desbalance psicológico. Tras 40 mil muertes en su sexenio, en las que van revueltos delincuentes e inocentes, uno esperaría algún tipo de sensibilización. Pero no. Cada día se ve más lejos.

Narcocultura: el orígen

El Gobierno Federal impulsa hoy en día una campaña que utiliza la muerte y violencia como medio para frenar el narcotráfico y otras actividades ilícitas. A lo largo de estos cuatro años, hemos podido presenciar como “sangre sigue más sangre” es un refrán muy atinado. Calderón siembra violencia en nuestra sociedad y la cosecha frecuentemente. Sin embargo, ¿qué pasa del lado de los que quieren que esta violencia termine y recuperemos esa extraviada tranquilidad?

Suponiendo que Calderón cediera y el Ejército se replegara, ¿qué seguiría? ¿Se recluirá nuevamente la violencia del narcotráfico a lugares donde no molestaba como Juárez o Tijuana? Hay puntos por todo el territorio nacional que han sido controlados por el crimen organizado durante mucho tiempo, ¿qué pasará una vez que el Ejército y la Policía Federal se retiren definitivamente? Retirar al Ejército, en este preciso momento, no es posible. Debemos caer en cuenta de que esas ciudades tienen poderes gobernantes demasiado difusos ya. ¿Quién controla Reynosa, Juárez o Tijuana realmente? Es evidente la presencia del narco como poder fáctico. De retirar las fuerzas federales, las municipalidades quedarían debilitadas y el narco dejaría de ser tan sólo una influencia.

Por otro lado, algunos indican que debemos buscar un pacto con el crimen organizado para evitar que lastimen a nuestras familias; es decir, haz lo que quieras pero no nos lastimes. Es preciso entender que ello sólo haría evidente el milenario acuerdo tácito que los gobiernos priístas alimentaron.

Nuestra prolongada exposición a los narcotraficantes ha originado un fenómeno cultural que ha llevado a la potenciada generación de elementos para las filas de cárteles: la apología al delito, la narcocultura. Esa idea tan persistente de que lo que está en onda es romper la ley, que viajar es necesario para inspirarse y que imponer respeto a través de la ley del más fuerte es lo correcto. Además de ello, la simbología que se lleva: la Sta. Muerte, Malverde, dibujos de marihuana, íconos de armas, etc. Sin mencionar que la mayor aspiración de una buena parte de los adolescentes de hoy es “tener su trocota para trepar unas viejas”. El problema comienza a saltar a la vista.

La cultura, por lo tanto, debería ser el frente de batalla en el que enfocar los esfuerzos del gabinete calderónico. Suficiente hemos tenido con el acelerado decremento de la calidad educativa en el país como para olvidarnos de otros aspectos culturales. La propuesta de nuevas y ricas iniciativas que impulsen la cultura y la lleve hasta los lugares más recónditos de la Nación será un verdadero golpe a la narcocultura y sus hijos.

La cruda realidad es que somos un país donde más de la mitad de sus habitantes tienen pensamientos como “los científicos pueden ser peligrosos” o “la tecnología nos vuelve artificiales”; un país donde, entre el 25% y el 33%, cree en los números de la suerte o no se han pasado por la biblioteca en lo que va del año. Pero, eso sí, creemos firmemente que más personas deberían estar realizando labores de investigación y desarrollo. Así nos lo señalan CONACyT y CONACULTA, y eso sin tocar lo que se refiere a cultura.

Estos datos nos obligan a concluir que el problema radica, también, en que la cultura no llega a la mayoría de la población. No pidamos que llegue a “TODA” la población, con que llegue a la mayoría podríamos elevar nuestra autoestima como ciudadanos y pensar en un futuro bien planeado.

Así mismo, consideremos que no es sólo responsabilidad del Estado “biencriar” a nuestros hijos; nosotros somos los responsables de los hijos que le entregamos al mundo y, por ello, debemos darles lo mejor de nosotros (y de los demás, si es necesario) para que sean ciudadanos y no más ciudadaños. Entre muchas otras cosas, debemos considerar un cambio positivo de nuestras líneas de pensamiento en torno a la religión, la sexualidad, la economía y la vida misma. Nadie puede pensar en vencer al narcotráfico si no tocamos ése punto de inflexión para revolucionar nuestros paradigmas sociales. Dejemos de educar a nuestros hijos para ser delincuentes abusivos y alentemos a la juventud a caminar hacia el conocimiento y la evolución social.

¿Y dónde está nuestro sistema educativo? Creemos que no se ha presentado por ir a la lujosa rifa de una Hummer.

Reforma infame

En febrero de 1933, Hittler provocó el incendio del parlamento alemán (Reichstag) haciendo parecer que los perpetradores habían sido fanáticos comunistas. Usando esto como pretexto, hizo aprobar una reforma que anulaba las garantías individuales establecidas por la Constitución Alemana; tras la que inició una serie de ataques “necesarios para mantener la seguridad de la nación”. Y, después, se dirigió a la nación:

“Existe un mal que amenaza a cada hombre, mujer e infante de esta gran nación. Debemos tomar acciones para asegurar nuestra seguridad nacional y proteger nuestra Patria.”

Así anunció Hitler la GESTAPO (una policía dedicada a investigar actos de traición en el territorio alemán y que no podía ser sometida a revisiones judiciales o juicios administrativos) al pueblo alemán. ¿Les parece familiar?

Los diputados del PRI y el PAN han presentado un proyecto de reforma a la Ley de Seguridad Nacional con la que el Presidente podría solicitar a las fuerzas armadas intervenir si considera como “amenaza” algún movimiento o conflicto político, electoral, de índole social o laboral. Así mismo, faculta a los elementos del Ejército y CISEN para intervenir comunicaciones telefónicas previa orden judicial, realizar tareas de espionaje y seguimiento a presuntos miembros de la delincuencia organizada e integrar expedientes confidenciales, incluso de carácter político. Sin mencionar que también se le concederá a las fuerzas armadas restringir la circulación de mercancías y vehículos, revisar las pertenencias de particulares en las calles y a requerirles información.

Lo que más sorprende es cómo la bancada del PRI hace coro al PAN en esta reforma. ¿Sus aires de representar un cambio, de regresar a la Presidencia, se han agotado? ¿Acaso están verdaderamente preocupados porque sus viejas costumbres de mantener acuerdos que sostienen los negocios sucios sin los saldos rojos conocidos?

Garrido Romo aporta el siguiente texto al explicar la aplicación del GESTAPO:

Schmitt señalaba que la política se basa en la distinción entre amigo y enemigo. Así, en vez de ver la política como una labor de armonización de intereses, la ve como un inevitable enfrentamiento, por lo que la actividad del Estado consiste en mantener la paz, la seguridad y el orden, a cualquier precio. La principal misión del Estado es entonces identificar al enemigo y aniquilarlo completamente.

Es así que el estado de emergencia, que en una democracia es una cuestión excepcional, se convierte en algo prácticamente cotidiano, con lo que en los hechos se vulneran las garantías individuales. De esa forma, la acción del gobierno se funda en un derecho ‘situacional’, es decir, sus atribuciones se magnifican de acuerdo con la situación de riesgo que enfrenta, y de esa manera desaparecen por completo las garantías que establece la Constitución. Entonces, las decisiones del Poder Ejecutivo, en su caso del fuhrer, no están sujetas a control.

Calderón busca el discurso de “unidad nacional”; dicha doctrina buscará aplicar una economía desgastante para el país mientras elimina la movilización social del mapa. Todo ello nos dejará amedrentados al tener que solapar la interminable guerra contra el narco, la cual sólo desestabilizará más y más al país. Nada que no convenga a nuestros vecinitos del norte.

Bajo cualquier perspectiva, las intenciones dictatoriales de Calderón resultan sumamente graves para la nación y los individuos que verán sus garantías y libertades individuales suprimidas. Tan grave como que la aprobación de esta reforma no esté sujeta a una revisión minuciosa en el Congreso sino al intercambio de favores políticos.

Aquello de la posible represión a movilizaciones sociales si el Presidente las considera una amenaza, me ha hecho tener una horrible pesadilla. En ésta, el PRI ganaba EdoMex y, en lo subsecuente, aprobaba la reforma a la Ley de Seguridad Nacional. Con las atribuciones otorgadas, Calderón utilizaba al Ejército para deshacer del “Peligro para México” de una vez por todas. Al final, Ebrard emergía como el sucesor en la Silla Presidencial al haberse autodestruído los demás contendientes. Suerte que fue sólo… ¿una pesadilla?

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