24 de febrero de 2011

No todo está perdido

En algún punto de esta semana, me dirigí a un reconocido supermercado de la ciudad. Mis necesidades básicas me orillaron a gastar una parte de los famosos 6,000 pesos necesarios para sobrevivir al mes. No soy de los que les gusta perder mucho tiempo en el supermercado explorando las estanterías; voy, tomo lo que necesito y a lo que sigue.

Sin embargo, cuando me dirigía a las cajas para realizar mi pago alcancé ver a una niña llevando a otro niño de la oreja hacia el interior de la tienda. Ella se veía molesta y el niño llevaba algo en la mano, no pude distinguir qué era. Al pasar junto a mí escuché a la niña decir: “¡No tienes por qué andar haciendo esto! ¡No tenemos ninguna necesidad! Así que lo vas a regresar en este momento.”

No es necesario invertirle mucha capacidad mental para descubrir qué fue lo que pasó. Ella sorprendió a su hermano robando algo de la tienda y lo lleva a regresarlo; con suerte, a disculparse por haberlo tomado. La simpleza de la situación me hizo pensar: “No todo está perdido.” Aún hay juventud con menores cantidades de malicia y representantes de valores básicos.

Todos tenemos tendencia a hacer lo impropio, lo egoísta. Si nos presentan la oportunidad de sacar provecho a costa de otro, la tomaremos en la mayoría de las veces.

¿Tienes el valor? ¿O te vale?

¿Y a quién vamos a culpar de esta indolencia para sacar el mejor partido “del de enfrente”? ¿A nuestros padres? ¿Nuestros abuelos? ¿A MTV? Quizá sea muy tarde para pensar en el culpable de que nuestra personalidad siga un patrón determinado, pero estamos a tiempo de evitar poner esta semilla de mezquindad en la siguiente generación. Ejemplos pequeños y sencillos harán crecer la calidad moral de quienes nos siguen.

Sin embargo, hay que ser cuidadosos de no transmitir el mensaje de que “la bondad paga” o que “Dios así lo quiere”; no debe ser así. Hay que enseñarles a nuestros sucesores que “hay que hacer el bien sin mirar a quien”, sin esperar que esa señora a quien ayudó a cargar las bolsas del mandado vaya a darle 10 pesos. Después de todo, ¿qué nos cuesta desviarnos un poco para ayudarle a alguien sólo por el mero gusto de ayudarle?

En la difusa línea del egoísmo y el altruismo, ¿de qué lado pondremos nuestros pies con firmeza? ¿A qué lado le ayudaremos a llegar a quienes nos siguen?

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