30 de noviembre de 2010

El hombre frente a la cruz

Hoy vi a un hombre frente a la cruz…

Estaba solo y con la cabeza agachada; sus hombros encogidos y las manos en la espalda; su pelo y su ropa se movían cadenciosamente con el viento. No podía ver su rostro pues el sol del atardecer lo hacía parecer sólo la sombra de ése hombre, del hombre que solía ser.

Hoy vi a un hombre frente a la cruz…

Sonaba tan fuerte su silencio que el viento me susurraba sus sueños. Eran sueños de un pasado, tristezas del presente, melancolía del futuro… Saber que el tiempo no ha parado un momento y que la vida ha continuado con su habitual empuje mientras él se ha debido quedar frente a su cruz.

Hoy vi al hombre frente la cruz…

Y sus sueños eran de un cazador en las montañas, de maneras rudas y amplias manos de hierro; con la piel de un oso cubriendo su espalda y sólo un fiel cuchillo amarrado a la cintura. Un alma libre recorriendo la Tierra buscando su ansiada y romántica costa donde los barcos levan y bajan anclas… donde el canto del mar arrullen sus sueños y el soplo marino refresque su piel… donde poder correr por las calles descalzo intentando, de vez en vez, elevarse para volar con las aves.

Hoy vi al hombre frente la cruz…

Escuché su decepción… decepción de la vida. Sentí su soledad… soledad mezquina. Me dolió su desesperanza… desesperanza de vivir.

Hoy vi a ese hombre frente a la cruz… Ése hombre… es mi padre.

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