Eran las 10 de la noche; unos días después del día de pago y hube de dirigirme hacia el supermercado más cercano. Mientras mi acompañante se dedicó a recoger los víveres de la tienda, me quedé sólo en el carro hablando por teléfono. Mi auto quedó aprisionado entre otros autos, dejándome sólo una salida… la cual fue bloqueada, al poco tiempo, por una camioneta de gran tamaño. Acto seguido, un par de personas bajaron rápidamente del vehículo en cuestión con aparatos de radiocomunicación en la mano recorriendo el área del estacionamiento con la mirada. Me refugié lo mejor que pude en la oscuridad de mi auto y esperé.
El estacionamiento de dicho centro comercial apagó ‘casualmente’ todas sus luces al momento que llegaban a aquel lugar unos vehículos más y descendían más personas. No le puse atención a ninguno de ellos pues lo único que importaba era esconderse. Ni siquiera sé qué hacían ahí… hasta que sentí la mirada de uno de ellos. Me hundí profundamente en uno de los asientos esperando que no me estuviera viendo realmente y deseando que su mirada fuera distraída por algo más. Me mantuve dentro de mi oscuro escondite soportando la mirada desde la tenebrosa noche con una respiración acelerada y preocupación en la voz, al otro lado del teléfono la situación era igualmente de desesperante hasta que… no hubo más.
Pasaron quince minutos de silencio, quince minutos de eternidad, especulación y miedos. Al cabo de ese tiempo, se reanudaron las llamadas y contesté. Había aprovechado una distracción de mi vigía para extraer a mi acompañante de la tienda y logramos escapar a un lugar más seguro. Pero no, esta no es mi historia… es la historia del norte de México.
Aquel que lea esa historia y viva en el norte de México, entenderá a la perfección de qué trata; el resto de los mexicanos, quizá lo entiendan a medias; quienes no vivan en México, no podrán captar el contexto. Les ayudo.
Cabe aclarar que, para propósitos narrativos, evitaré ponerme de parte de uno u otro partido político o personaje. Sólo doy un punto de vista desnudo.
En julio del 2006 se dio el fenómeno antidemocrático del la primera década del siglo XXI cuando, por artimañas de Vicente Fox, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa fue declarado el Presidente Constitucional de la República Mexicana arrebatándole el triunfo a Andrés Manuel López Obrador.
Desde el inició de su administración, Felipe Calderón enfrentó una fuerte desaprobación por la población en general dado el contexto en el que tomó posesión de su cargo. Es por ello que, intentando legitimarse, “diseñó” una estrategia de combate al crimen organizado de alto impacto; es decir, sacó al Ejército Nacional de los cuarteles para fungir como policías de la Federación.
Desde el 2006 a la fecha, la inclusión del Ejército al combate contra el narcotráfico ha resultado en un recrudecimiento de las cifras pues día a día sigue creciendo el número de ejecutados. La violencia de este combate ha alcanzado su punto más alto desde el año pasado cuando se empezaron a registrar enfrentamientos armados en las calles de diferentes ciudades a plena luz del día, principalmente al noreste de la República. Los primeros enfrentamientos se dieron entre elementos de la Policía Federal y el Ejército contra los grupos delictivos de la región, reportando operativos exitosos aunque en varias ocasiones se reportaron incidentes con civiles inocentes.
Empujados por una crisis económica global, algunos de los mexicanos que perdieron su empleo optaron por incorporarse a las crecientes filas de los grupos delictivos locales sin miramientos por su edad. Niños de hasta 14 años de edad se colgaron AK-47’s al cuello listos para obedecer los mandatos de los capos.
Felipe Calderón y su gabinete declararon abiertamente a los medios que esto es una guerra y no podían darse el lujo de retirarse sin importar cuán graves se pusiera el combate en esas ciudades. Esta declaración resultó en el recrudecimiento del combate en zonas urbanas, bloqueos carreteros y una constante violencia sin respeto por personas, lugares o instituciones. Fuertes enfrentamientos se empezaron a dar en distintas ciudades durante las madrugadas con armamento de grueso calibre; estos se dieron entre grupos de sicarios.
De acuerdo con información que empezó a inundar la red, las organizaciones de narcotraficantes pelean por “quedarse con la plaza”; en otras palabras, por tomar control del área. Esto deriva en sangrientos combates y constantes ejecuciones, así como la implementación de importantes ‘operativos’ para mantener bajo control a los integrantes de las otras células delictivas.
El combate se ha recrudecido tanto que la seguridad pública es, prácticamente, inexistente. Tenemos casos como los jóvenes asesinados en Ciudad Juárez dentro de una fiesta en casa y los constantes ‘levantones’ a los ciudadanos que se encuentran circulando en la noche. La vida en las ciudades del norte es peligrosa… y es triste, muy triste saber que ya perdimos el norte.
Mientras los criminales aplastan lo poco que queda de nuestro hogar, el gobierno federal sigue regodeándose de una guerra que jura ir ganando; la irá ganando sólo si considera que su delfín (‘El Chapo’ Guzmán) ha tomado el control de las codiciadas rutas de la droga que pasan por Ciudad Juárez. En sus investigaciones, el FBI ha descubierto que el cartel de Sinaloa ha logrado superar a su rival de Juárez al tener datos que confirman que la mayoría de los cargamentos de droga que pasan por Juárez pertenecen a ‘El Chapo’.
“Si alguien controla Ciudad Juárez, controla las drogas”, dijeron las autoridades estadounidenses. La frontera de Ciudad Juárez y El Paso es el cruce más grande de drogas hacia Estados Unidos. El control de las rutas existentes en el estado de Chihuahua es vital expandir sus operaciones ilícitas más allá del noroeste de la República, expandirse hacia Nuevo México, Arizona, el poniente de Texas, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas. Sin embargo, como lo mencionó el José Reyes Ferriz, la victoria definitiva de ‘El Chapo’ en Ciudad Juárez no significaría el fin de la violencia en el municipio pues las bandas locales continuarán luchando por el control tradicional, como los Azteca y La Línea.
A la vista de otros países está el claro consentimiento del gobierno federal por el cartel de Sinaloa pues, mientras están reforzando el combate contra las demás organizaciones, apenas si han atrapado criminales ligados a éste.
La avanzada del cartel de Sinaloa se ha movilizado hacia el noreste pasando por Coahuila y Nuevo León hasta llegar a Tamaulipas. Conforme avanza la guerra, los enfrentamientos son más mortales y el bando defensor implementa medidas desesperadas para contener a los rivales invasores como el robo de autos y camionetas perpetrados a compañías petroleras de la cuenca noreste.
¿Qué le pasa a la gente que vive en el norte? ¿Qué le pasa a todos los mexicanos? Los mexicanos estamos hundidos en una depresión que secuestra el ánimo colectivo. No tenemos energía, motivación o fuerza; y nos sentimos suficientemente inútiles como para lograr revertir esta crisis que más bien parece un tsunami. Más aún, nuestros gobernantes parecerían padecer algún tipo de esquizofrenia bipolar; un día tienen muchas ganas de arrancar proyectos y hacer algo por la gente pero luego pasan al catastrofismo.
Lo que se pone de moda es la severa ansiedad que todos sufrimos por esta ola de violencia que agobia a todos los mexicanos. Salimos de nuestras casas con miedo, siempre pensando que algo grave podría pasarnos ahora a nosotros… nunca pasa, pero esta constante nos genera una paranoia que nos vuelve violentos o nos encamina al aislamiento de la sociedad. Es por eso que las nuevas generaciones se han vuelto hipocondríacas, buscando enfermedades agotadoras que les impidan realizar actividades físicas y los refugien en un videojuego; solución temporal ya que los niños también reflejan agresividad/depresión ante la imposibilidad de salir libremente a las calles.
Pero ante todo esto, las instancias federales afirman que vamos ganando esta guerra. ¿Qué tan seguros están de ello? Más bien parece que ya perdimos el norte… que ya es tierra de nadie.
“México no es un Estado fallido", asegura Felipe Calderón. “Entonces, ¿qué somos? ¿Un desmadre efectivo?”, contestó Brozo. Considerando que, actualmente el Estado no nos puede garantizar seguridad pública, política, social o laboral; podemos considerar a México bastante encaminado en el concepto de un Estado fallido.